Los grandes compañeros no deben de ser "recortes"

Hoy es un día triste, no porque los mineros estén en la carretera defendiendo su medio de vida, no porque la prima de riesgo supere los 500 puntos y estemos a punto de ser "rescatados", no porque el Baloncesto León esté a punto de desaparecer, no porque nos gobiernen políticos indignos y banqueros indecentes, no porque haya 4.712.098 parados en España (por todo esto tambien, claro) si no porque desde hoy hay uno más a añadir a esa cifra: mi amigo y ya ex-compañero Luchy.



Dice el refrán que "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar" pero en el punto en el que nos encontramos ya las tenemos ralas de tanto estar bajo agua. 

Ayer murió Manolo Preciado y se volvió a oir por doquier aquello de "siempre se van los mejores" y hoy tengo que volver a ponerlo en mi boca. 
Luchy (Roberto para su familia) ha sido, junto con mi hijo, lo mejor que ha pasado en mi vida en los últimos años. AMIGO y COMPAÑERO en todo el vasto significado de ambas palabras, la grandeza de este tío -no física, qué también- reside en su interior; siempre dispuesto a ayudar a los demás, a servir de parche para más rotos que descosidos, para sacar adelante lo que fuera siempre con una sonrisa y con una palabra de ánimo hacia los demás.



Como ya tuve el placer de decir públicamente en su boda, una persona polifacética, que cumplía en todas las facetas por diversas que estas fueran y que SIEMPRE está ahí cuando le necesitas.

Los recortes (ah no, que son ajustes) se lo han llevado por delante, a pesar de ser el mejor en lo suyo, de trabajar en los distintos lugares en que le mandaron, y a pesar de hacerlo siempre bien en cada uno de ellos.

Esta vez la moneda le salió cruz y se le cerró una puerta, espero que ahora se le abra otra, pero muy grande tiene que ser para que pueda pasar un corazón tan grande como el que él tiene.

Gracias por todo, amigo.