Todo llega, si sabes lo que estás buscando.

Dice mi compañera Susana nadie es completamente feliz, y, al final, voy a tener que darle la razón.

Digo esto porque yo habitualmente me considero una persona muy afortunada; tengo más de lo que nunca soñé (y cuando digo tengo no me refiero a lo material, que a fin de mes siempre ando silbando), con un trabajo estable, salud, familia, amigos y una pasión a la que dedico gran parte de mi tiempo y de mis pensamientos. Es en este apartado, el de mi pasión “baloncestística”, en el que ando más preocupado y desorientado últimamente, y es la que más ratos de sueño me quita.
Mucha gente pensará “pues anda, con la cantidad de cosas más importantes de las que te puedes preocupar, esa es una nimiedad”. Pues sí, tendrán razón, pero cuando un hobby pasa a ser lo que he dicho anteriormente, una pasión, adquiere el privilegio de consumir tus neuronas y ponerte, como es el caso, de muy mala leche.
La gota que colmó el vaso de mi desesperación llegó con nuestra esperpéntica actuación al borde del Cantábrico, y es que las peleonas de Gijón nos pusieron más que coloraos. Como dice un amigo mío “más vale un día rojo que muchos colorao”, así que me fui por la tremenda e hice caso a lo que me pedía el cuerpo.
El fin de semana se me hizo eterno; no había forma de centrarse en otra cosa; las actitudes vistas, la sensación de fracaso y la vergüenza de no saber dar más de mí para resolver esta situación me tocaron en la línea de flotación. Sólo evitaron el naufragio los mensajes de cariño o apoyo de algunas de mis jugadoras, y, como siempre, de mi fiel escudero.


Así llegó el lunes, y con él la calma que sigue a la tempestad, y aunque las aguas bajan ya menos revueltas tengo que decir que estoy aún bastante intranquilo. No he visto durante estos días el cambio de rumbo que esperaba, no veo que tras estar en el punto de mira se dé en algunos casos el paso necesario para alejarse del abismo. Pero bueno, cada uno -cada una- responderá de lo que ha hecho o ha dejado de hacer, más pronto que tarde, así que esperaremos a que de nuevo la competición marque donde estamos y adonde queremos ir.

Espero que sean las más las que quieran ir de mi mano -aún está tendida para que se agarre la que quiera- pero, como todo en esta vida, tiene un límite y un final, y nunca pretendí competir con Job en su virtud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario