Mi hijo

 

Un hijo es un motor de vida
El combustible de cada día
El arranque de la mañana

Solo lo sabe quien lo tiene
Solo lo llora quien lo ama
Solo lo adora quien lo vive

Vendrán tiempos complicados
Pero él será la motivación
Habrá momentos maravillosos
Pero no lo serán sin él
Tendrás recuerdos imborrables
Y será tu hijo el protagonista

Todo es frío en su ausencia
Nada falta con su sonrisa
Todo sobra con su abrazo


Hoy es tu día
Ese que celebramos
El que cambió la vida

Qué bonito detalle tuyo
Ese de existir, Iván



Portavoz, entrenador o cocinero

Sabéis que siempre me gusta hacer referencia a la palabra EQUIPO y, en cierta medida hemos desarrollado ese concepto en nuestro Círculo, pero yo no hice más que ponerle nombre a lo que somos, a lo que hacemos y, sobre todo, a como lo hacemos.

Hoy voy a usar otro concepto, voy a quitarme el disfraz de entrenador y me voy a poner el de cocinero.

El entrenador tiene la tarea de colocar, dosificar, motivar y mejorar a las piezas del tablero, pero el mérito, el trabajo, la ejecución, la mejora y la victoria solo está en la mano de esas piezas.

Lucas Mondelo me dijo una vez: “Por mucho que entrenes a un pato, solo conseguirás un pato bien entrenado”

Al cocinero le pasa algo similar. Él, por si mismo, no es nada. Es más, es capaz de estropearlo todo por muy buenos que sean los ingredientes de la receta que esté preparando. Sin embargo, el mérito de ese “cocido” estará en la calidad del chorizo, de las patatas, de los garbanzos, de la berza, de la morcilla, de esa carne que le da consistencia, de la pizca de pimentón que parece insignificante pero que le da el toque de gracia.

El tiempo también tiene un papel relevante. No se puede hacer un cocido en el microondas. No es posible llegar a la cocina, volcar todo en un recipiente, darle a un botón y ya. Deberemos poner a remojo los garbanzos, cortar y lavar bien esa verdura, limpiar y trocear la carne, dejar hervir el agua para echar el fideo.

Hoy me postulo como vuestro cocinero, y poder tener la responsabilidad de no estropear el guiso, la tarea de hacer ver a los demás los excelentes productos que sois, que somos.

Pero lo tengo muy fácil, porque vosotros y vosotras sois los mejores ingredientes que se puede tener. Desde el trozo grande de tocino a esos pequeños fideos, pasando por el chorrito justo de buen aceite, todos sois lo mejor que hay en nuestra despensa. Y además no os habéis presentado aquí así, de golpe. Lleváis creciendo, madurando, dejando vuestro olor, vuestra esencia mucho, mucho tiempo.

Así que me lo habéis puesto fácil. Solo tengo que no quemaros, no aguaros, y lucir allá donde vaya la Estrella Michelín que supone ser el Círculo de Podemos Villaquilambre.


("discurso" en la defensa de mi candidatura a la portavocía del Círculo en los procesos internos de diciembre de 2020)

Los abrazos




Pues sí, me gustan los abrazos,

sobre todo los que duran tres segundos,

esos que recargan el alma,

que te devuelven a ese mar en calma,

que hacen que se unan dos mundos

y animan a estrechar los lazos.



Hay relaciones que se forjan a plazos

seamos de aquí o allí oriundos,

nos dibujan el espíritu a trazos,

consiguen florecer sentimientos más profundos.



No me digas que aún no has probado

a hundir pecho contra pecho.

A mi hay personas que así me han ganado

y desde entonces en mi vida no tienen techo.





Desde el balcón

 



Mañana de Semana Santa, años ochenta, mi abuela asomada al balcón de nuestra casa en la Plaza Mayor de León. El primero, como casi siempre, lleno por vecinos y amigos.
Hoy tocaba procesión, otros días concierto, en ocasiones otra actividad cultural. ¡Qué lujo haberme criado con un palco a las tradiciones leonesas!

Lo extraño es que no estuviéramos todos ya ahí, con ella, o quizá es que ya nos había hecho el chocolate; Migue o Amador habrían traído churros y estábamos dando cuenta de ellos en la cocina antes de acompañarla al evento. “¡Vamos, vamos, venid! Ya están llegando” nos diría, aunque seguramente los tambores y las trompetas nos habrían alertado con anterioridad.


Vivir en la Plaza Mayor de León durante dos décadas fue una experiencia incomparable.
Un gran espacio donde correr y jugar de pequeño, incluso al balón, esquivando a los paseantes, con los bancos como portería, con Fernando de portero/delantero casi siempre, un lugar donde siempre estábamos visibles; donde, con salir al balcón y dar una voz, ya tirábamos para casa.


Pasaron los años, cambiamos el balón y el corre que te pillo por el “¡Vaya la que pillamos ayer!”. Estábamos en la pubertad y vivíamos en el Barrio Húmedo de León, ¿qué más queréis que os explique? 

Recuerdo aquellos años con especial cariño; no había WhatsApp pero teníamos telefonillo en el portal. “¡Oyeee! ¿Bajas o qué? ¡Ya estamos todos por aquí!” Quitabas la bata guateada (¡vaya frío que hacía en aquella casa!), te ponías una trenca y ya estabas en el jaleo. Nunca conocí teletransporte más rápido; pasabas de estar con el brasero bajo la camilla a tomar un cacharro en el Universal en menos de dos minutos.



La foto es de día, eso es evidente; si no, también podría haber sido de alguna noche de aquellas, distraída, en la que llegabas más tarde que el camión de la basura y allí estaba mi abuela, pendiente, porque ella no se dormía hasta que no estabas en casa, como Ana esperando a que Miguel volviera con su barca, pasando horas y horas.

Me gusta escribir con los ojos vidriosos, con “gallina en piel”; porque me hace sentirla, porque me gusta recordarla, porque cada vez que paso por la Plaza Mayor, quiera o no, “levanto la vista y me encuentro con ella. Y ahí está, ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo”.

Mi abuela Tela



¿Cómo ligar en tiempos de pandemia?


Estos tiempos del Covid19 han modificado mucho nuestro día a día en todos los sentidos.

A algunas parejas el confinamiento les obligó a conocerse, a muchos nos enseñó a valorar aún más el trabajo educativo, a otros les sacó a relucir sus dotes culinarias (la harina y la levadura se agotaban en los supermercados) y lo del papel higiénico… ¿alguien tiene una explicación convincente?



De esos asuntos se ha debatido ampliamente en los medios de comunicación pero, y de ¿cómo ligar durante la pandemia?

Entiendo que las nuevas generaciones seguramente lo tienen mucho más fácil, así ha sido tradicionalmente, pero los que ya hemos perdido el “toque”, los que salimos de alguna relación larga o los que ya no tenemos bien “engrasada” la maquinaria del coqueteo (la grasa ya te digo yo donde la tenemos), ¿qué?



Las redes sociales pueden ser un primer paso, las aplicaciones como Tinder y similares pueden iniciar contactos, pero no todo el mundo está preparado para ese tipo de proceso, ni busca relaciones de “aquí te pillo, aquí te contagio”.




Habréis escuchado eso de que los 50 son los nuevos 40, ¿verdad? Para este tema…no sé qué pensar. Lo único que tienes claro, y no es poco, es lo que no quieres, y como dice mi amiga Ruth “te dedicas a buscarle la tara, porque tiene seguro y hay que saber cómo de grande es”.


Otra circunstancia que se da es que cada vez hay más gente como tú, que consulta cocinaparauno para ver qué prepara esta semana. Puede parecer algo positivo –si hay más personas que viven solas, más fácil será entablar nuevas relaciones- pero no es así. La vida nos ha vuelto más exigentes, con más manías, y tan cicateros con los demás como benevolentes con nuestros propios defectos.



Seguiré buscándote entre la manta del sofá, para ver contigo esa serie, para comentar lo que me gusta el libro que estoy leyendo, para hacer “la cucharita” al darme la vuelta a media noche.


Puede que la vida te traiga medio limón cuando lo que estás buscando es “tu media naranja”; no importa, añade un poco de azúcar, hielo y ron, ya verás cómo mejora la cosa. 


Namasté




Si no puedo ser el lápiz que pinte tu felicidad...seré la goma que borre tu tristeza

¿Qué “calzonchos” me pongo hoy?

No sé si esto solo me pasa a mi pero supongo que no, pero como no es un tema muy habitual para comentar con tus cercanos, pues no lo sé bien. De todos modos hoy me ha dado por escribir sobre ello. 

Dice una buena amiga que hay días que le cuesta mucho maquillarse, que el estado anímico le influye mucho. Lo mismo le pasa con el esmero que le pone al peinarse.

En los chicos nos pasa algo parecido con el afeitado, creo yo, porque hay días en los que te ves con el guapo subido, crees que te vas a comer el mundo, te afeitas, te pones eso que crees que te sienta bien…y hay otros que te tiras encima lo primero que pillas, no tienes ninguna gana de afeitarte y te duchas porque ya te das bastante asco a ti y no quieres dárselo demasiado al resto del mundo.

Con la ropa interior pasa también algo parecido. ¿Quién no tiene en el cajón, calzoncillos que son más feos que el Fari comiendo limones? Y así y todo, ahí están, al fondo, o no tanto –depende del volumen del cesto de la ropa sucia- diciendo “no me tires, que igual me tienes que usar”


Luego tienes los de “la ocasión”; ¡pobre infeliz! Esa que nunca llega, o que si llega te va a pillar con los del “mercadillo”. Son esos chulísimos, sensuales, alguno incluso con mensaje, como si le hiciera falta a la que los está viendo, que harían que ella se quedara mirándolos como los peques que alucinan más con el papel de regalo y la caja que con el juguete que va dentro (os voy a decir una cosa, llegada una edad, esto es totalmente normal, vale más la pena el envoltorio que lo que guarda).


Te da pena ponerlos porque se gastan, y entonces perderán ese brillo, esos tonos y esa forma que a ella le encantarán. Y ahí quedan, en primera fila, pero sin ser elegidos cuando abres el cajón.

Y ellos pensarán lo mismo que ese doble licenciado con tres masters que sale de la entrevista de trabajo donde le han dicho “su currículum es extraordinario, quizá demasiado para este puesto; ya le avisaremos cuando tengamos algo que encaje en sus aptitudes”.

Él se dirá “pero si yo lo que quiero es trabajar, que el mes próximo ya no tengo ni para el alquiler”

Algo así nos pasa con el bóxer que compraste en aquella boutique de moda.


Luego están los de la clase media, los del montón del día a día. Son de los que echas mano sin pensar mucho. Sencillos, cómodos, a ti te gustan. No conquistarás a nadie gracias a ellos pero, no sigamos engañándonos, tampoco lo vas a hacer con los que luce Roman Khodorov, así que...


El caso es que esta semana he pasado por todos los estados de ánimo posibles, cosas del otoño quizá, o de la situación que estamos viviendo y los frentes abiertos que tenemos que manejar como “circo de tres pistas” y eso, sin darme cuenta, ha venido acompañado de un tipo de ropa interior.

Habrá sido el subconsciente, ¿qué sé yo? Pero la realidad ha sido esa.

Un consejo (vendo y para mi no tengo): usad el cómodo, si es bonito, mejor, si es el da la boutique, también. Si llega el momento, si llega ella, deberás haberla conquistado por mucho más que eso.

Y no olvides, el tamaño sí importa, pero el del corazón.

Namasté