Un rincón para mis inquietudes, mis pasiones, algunos de los mejores recuerdos y esas cosillas que a veces necesitas compartir con los demás.
Mi hijo
Portavoz, entrenador o cocinero
Sabéis que siempre me gusta hacer referencia a la palabra EQUIPO y, en cierta medida hemos desarrollado ese concepto en nuestro Círculo, pero yo no hice más que ponerle nombre a lo que somos, a lo que hacemos y, sobre todo, a como lo hacemos.
Hoy voy a usar otro concepto, voy a quitarme el disfraz de entrenador y me voy a poner el de cocinero.
El entrenador tiene la tarea de colocar, dosificar, motivar y mejorar a las piezas del tablero, pero el mérito, el trabajo, la ejecución, la mejora y la victoria solo está en la mano de esas piezas.
Lucas Mondelo me dijo una vez: “Por mucho que entrenes a un pato, solo conseguirás un pato bien entrenado”
Al cocinero le pasa algo similar. Él, por si mismo, no es nada. Es más, es capaz de estropearlo todo por muy buenos que sean los ingredientes de la receta que esté preparando. Sin embargo, el mérito de ese “cocido” estará en la calidad del chorizo, de las patatas, de los garbanzos, de la berza, de la morcilla, de esa carne que le da consistencia, de la pizca de pimentón que parece insignificante pero que le da el toque de gracia.
El tiempo también tiene un papel relevante. No se puede hacer un cocido en el microondas. No es posible llegar a la cocina, volcar todo en un recipiente, darle a un botón y ya. Deberemos poner a remojo los garbanzos, cortar y lavar bien esa verdura, limpiar y trocear la carne, dejar hervir el agua para echar el fideo.
Hoy me postulo como vuestro cocinero, y poder tener la responsabilidad de no estropear el guiso, la tarea de hacer ver a los demás los excelentes productos que sois, que somos.
Pero lo tengo muy fácil, porque vosotros y vosotras sois los mejores ingredientes que se puede tener. Desde el trozo grande de tocino a esos pequeños fideos, pasando por el chorrito justo de buen aceite, todos sois lo mejor que hay en nuestra despensa. Y además no os habéis presentado aquí así, de golpe. Lleváis creciendo, madurando, dejando vuestro olor, vuestra esencia mucho, mucho tiempo.
Así que me lo habéis puesto fácil. Solo tengo que no quemaros, no aguaros, y lucir allá donde vaya la Estrella Michelín que supone ser el Círculo de Podemos Villaquilambre.
("discurso" en la defensa de mi candidatura a la portavocía del Círculo en los procesos internos de diciembre de 2020)
Los abrazos
Pues sí, me gustan los abrazos,
sobre todo los que duran tres segundos,
esos que recargan el alma,
que te devuelven a ese mar en calma,
que hacen que se unan dos mundos
y animan a estrechar los lazos.
Hay relaciones que se forjan a plazos
seamos de aquí o allí oriundos,
nos dibujan el espíritu a trazos,
consiguen florecer sentimientos más profundos.
No me digas que aún no has probado
a hundir pecho contra pecho.
A mi hay personas que así me han ganado
y desde entonces en mi vida no tienen techo.
Desde el balcón
¿Cómo ligar en tiempos de pandemia?
Estos tiempos del Covid19 han modificado mucho nuestro día a día en todos los sentidos.
Seguiré buscándote entre la manta del sofá, para ver contigo esa serie, para comentar lo que me gusta el libro que estoy leyendo, para hacer “la cucharita” al darme la vuelta a media noche.
¿Qué “calzonchos” me pongo hoy?
No sé si esto solo me pasa a mi pero supongo que no, pero como no es un tema muy habitual para comentar con tus cercanos, pues no lo sé bien. De todos modos hoy me ha dado por escribir sobre ello.
Dice una buena amiga que hay días que le cuesta mucho maquillarse, que el estado anímico le influye mucho. Lo mismo le pasa con el esmero que le pone al peinarse.
En los chicos nos pasa algo parecido con el afeitado, creo yo, porque hay días en los que te ves con el guapo subido, crees que te vas a comer el mundo, te afeitas, te pones eso que crees que te sienta bien…y hay otros que te tiras encima lo primero que pillas, no tienes ninguna gana de afeitarte y te duchas porque ya te das bastante asco a ti y no quieres dárselo demasiado al resto del mundo.Con la ropa interior pasa también algo parecido. ¿Quién no tiene en el cajón, calzoncillos que son más feos que el Fari comiendo limones? Y así y todo, ahí están, al fondo, o no tanto –depende del volumen del cesto de la ropa sucia- diciendo “no me tires, que igual me tienes que usar”
Luego tienes los de “la ocasión”; ¡pobre infeliz! Esa que nunca llega, o que si llega te va a pillar con los del “mercadillo”. Son esos chulísimos, sensuales, alguno incluso con mensaje, como si le hiciera falta a la que los está viendo, que harían que ella se quedara mirándolos como los peques que alucinan más con el papel de regalo y la caja que con el juguete que va dentro (os voy a decir una cosa, llegada una edad, esto es totalmente normal, vale más la pena el envoltorio que lo que guarda).
Y ellos pensarán lo mismo que ese doble licenciado con tres masters que sale de la entrevista de trabajo donde le han dicho “su currículum es extraordinario, quizá demasiado para este puesto; ya le avisaremos cuando tengamos algo que encaje en sus aptitudes”.
Él se dirá “pero si yo lo que quiero es trabajar, que el mes próximo ya no tengo ni para el alquiler”
Algo así nos pasa con el bóxer que compraste en aquella boutique de moda.
El caso es que esta semana he pasado por todos los estados de ánimo posibles, cosas del otoño quizá, o de la situación que estamos viviendo y los frentes abiertos que tenemos que manejar como “circo de tres pistas” y eso, sin darme cuenta, ha venido acompañado de un tipo de ropa interior.
Habrá sido el subconsciente, ¿qué sé yo? Pero la realidad ha sido esa.
Un consejo (vendo y para mi no tengo): usad el cómodo, si es bonito, mejor, si es el da la boutique, también. Si llega el momento, si llega ella, deberás haberla conquistado por mucho más que eso.
Y no olvides, el tamaño sí importa, pero el del corazón.
Namasté