Un rincón para mis inquietudes, mis pasiones, algunos de los mejores recuerdos y esas cosillas que a veces necesitas compartir con los demás.
Langostinos al cava
Se pone aceite en una cazuela de barro. Se pasan los langostinos para que se doren muy ligeramente y se separan en un plato.
En el mismo aceite se hace un sofrito con tomate rallado, una cebolla, sal, azúcar, pimienta blanca y negra u dos hojas de laurel. Se añaden los langostinos y se cubren con el cava. Se dejan a fuego muy lento durante 30 minutos.
Se puede servir con arroz blanco.
En el mismo aceite se hace un sofrito con tomate rallado, una cebolla, sal, azúcar, pimienta blanca y negra u dos hojas de laurel. Se añaden los langostinos y se cubren con el cava. Se dejan a fuego muy lento durante 30 minutos.
Se puede servir con arroz blanco.
Bombones de jamón
Ingredientes: 8 lonchas de jamón serrano, 200 gr de queso crema de untar, 8 dátiles, 8 nueces, 1 cucharada de miel, orégano, pimienta, 2 cucharadas de aceite, sal Maldón.
Elaboración: corta 16 pedazos de papel film de 10x10 cm; tritura los dátiles y las nueces, añade el queso crema, la miel, el orégano, y la pimienta y bátelo todo; pon media loncha de jamón en cada trozo de film, echa una cucharada en el centro y enrolla a modo de bolita; retira el film y repite la operación hasta tener los 16 bombones.
Sirve con unas gotas de aceite de oliva y un poco de sal Maldón.
Elaboración: corta 16 pedazos de papel film de 10x10 cm; tritura los dátiles y las nueces, añade el queso crema, la miel, el orégano, y la pimienta y bátelo todo; pon media loncha de jamón en cada trozo de film, echa una cucharada en el centro y enrolla a modo de bolita; retira el film y repite la operación hasta tener los 16 bombones.
Sirve con unas gotas de aceite de oliva y un poco de sal Maldón.
Vamos al pediatra (o al Club de la Comedia)
Como ya sabréis mi peque cumplió hace poco los dos años, y, como es preceptivo, hubo que hacerle un reconocimiento médico.
Para los que no tengan niños de esa edad voy a detallar brevemente como es la zona infantil de un Centro de Salud. Las paredes están decoradas con fotos de niños y niñas de esos de los casting, aunque parecen más bien de épocas pasadas ya que no se ve ninguno tipo “Benetton”, es decir, que refleje la realidad sociocultural de nuestros días (espero que se me entienda).
Todos los carteles anuncian campañas de vacunaciones, recomendaciones varias para el cuidado de los más pequeños, y, por supuesto, no falta el de no utilizar el teléfono móvil (esto último debe de ser sólo para los usuarios, las enfermeras y médicos pueden usarlo siempre que quieran).
El mobiliario alterna las típicas bancadas para adultos con varios asientos, con mesas y sillas liliputienses en diversos colores, en las que por supuesto ningún niño para más de un segundo.
A la hora de la consulta hay que sumarle el IVA, es decir, si tienes cita para las 11, calcúlale un 18 o un 20% más tarde, cosa que además no puedes desgravar.
Cuando llega tu hora (es un decir) la enfermera sale a la puerta y dice el nombre del paciente. Entras en la consulta y notas que te entran unos sudores repentinos, ¿será la menopausia? ¡Ah no!, es que tienen la calefacción a 30 grados y un aparato echando aire caliente como para derretir a Lucifer. Digo yo que está bien que haya calorcito, que normalmente desnudas al peque para la revisión, pero vamos, que en casa no les ponemos en el horno del pan para cambiarles el pañal.
Una vez pasado el mal trago inicial, y, cuando ya te empiezas a sentir como en la sauna, debes contestar a un cuestionario de lo más peculiar: que si sabe el peque quién es mamá y quién es papá (¿alguien sabe con certeza esto último?), que si reconoce a la familia en las fotos (a veces a mi me cuesta un…), que si entiende dos órdenes consecutivas (lo de entender, puede ser, pero lo de obedecerlas ¿se ha dado el caso de que alguien lo haya hecho?), y otras preguntas que darían para un monólogo entero del Club de la Comedia.
Posteriormente empiezan a hacerle judiadas a tu hijo: que si el palo en la boca, que si estirarle las piernas, medirle la cabeza y demás rutinas. El momento estelar es cuando… –cómo explicaría yo esto- la doctora le tira del pene hacia atrás hasta que el grito lo oyen los abuelos desde Villaquilambre. ¡Ay qué daño! No puedo evitar cruzar las piernas sólo de pensarlo.
Lo más triste es que cuando sea mayor le tendré que recordar que no le gustaba nada que le tocara una mujer en ciertas partes, claro que él me contestará que “hay formas y formas”, ¿verdad?
Una vez superada la ITV y con fecha de próxima revisión cuando cumpla 4 años ¿? (durante ese tiempo mi coche ganará como el Barsa, Revisiones Coche 3 – Revisiones Iván 0), nos despedimos de esas amables y destempladas profesionales (con la temperatura que hace en la habitación llevan jersey y bata blanca encima ¡xD!), no sin que antes nos den un folio con las recomendaciones para estos próximos dos años. Las hay más o menos normales: que coma de todo un poco, que no lo haga entre horas (comer), que vaya sólo al baño (pero ¿no quedamos en que p… española nunca mea sola?), que pongamos los medicamentos lejos de su alcance, los cuchillos también y, os prometo que es cierto, que tengamos las armas de fuego bajo llave.
Así que cuando llegué a casa escondí todos los mecheros (son las únicas armas de fuego que se usan en mi familia), guardé las drogas duras bajo llave (básicamente la Nocilla y el café que nos trajo tío Enrique de Brasil) y tras comprobar que Candy reconocía a mi familia en las fotos (menos mal que no hizo lo mismo ella sobre la suya), le pregunté si sabía quién era la mamá y quién el papá de Iván.
La respuesta no os la voy a decir, eso sí, desde hoy quito el butano y me paso a Gas Natural.
Ya os diré más.
Una de parábolas
Una de las historias clásicas que escuchamos muchas veces es la parábola del “Hijo Pródigo”. La verdad es que no la entiendo demasiado, y, es más, no comparto mucho la moraleja que se quiere extraer de ella.
Como sabréis va de un hijo que se marcha de la familia para buscar nuevas aventuras; al cabo de un tiempo, y tras fracasar en sus proyectos, regresa y el padre prepara una gran fiesta, tirando la casa por la ventana como nunca; el otro hermano, el que nunca se fue, el que se mantuvo al cuidado de sus padres y de su hacienda, no entendía que a él nunca se le hubiera premiado ni valorado de ese modo, y sin embargo, al que marchó se le recompensara de tal forma.
Una vez estuve en ese lugar, aposté por un cambio y una aventura, aprendí mucho y gané en experiencias que nunca olvidaré, y cuando volví no disfruté de la citada parábola, todo lo contrario, gracias a todavía no se qué perdí relaciones, gané enemigos y de aquellos barros vienen ahora estos lodos.
En estos días me siento un poco como ese hermano que se queda, que siempre está ahí y que ve como año tras año son otros los que se van y a los que se despide con cariño y agradeciendo su legado.
De momento yo también agradezco la parte correspondiente que he compartido de éxitos y de fracasos –más de estos últimos en esta temporada- porque siempre me dijeron que es de bien nacidos ser agradecidos, pero también me vienen a la mente las personas que teniendo la oportunidad de cambiar de aires prefirieron seguir a mi lado, sólo espero –creo que sí- que no se arrepientan de la decisión que en su día tomaron.
Sé que no siempre compartiste mi forma de ver este juego, que no siempre estuviste de acuerdo en las decisiones tomadas, que hubieras hecho cosas de otro modo, pero me quedo por encima de todo con todas las que hicimos conjuntamente –que fueron las más-, con las ideas que sumaron, con lo que me aportaste y contagiaste de tu espíritu y tu carácter ganador e inconformista. Espero que también hayas aprendido de mis errores y te lleves un poquito de ese sentimiento de la ULE, que tiene algo de especial. 
Ya sabes que comprendo perfectamente tus razones, que tienes mi apoyo y tendrás mi ayuda si es que la necesitas, y que te seguiré queriendo, pero también sabrás eso de que el roce hace el cariño, y a partir de ahora sin duda tendremos mucho menos roce.
Mucha suerte, te la mereces.
Como sabréis va de un hijo que se marcha de la familia para buscar nuevas aventuras; al cabo de un tiempo, y tras fracasar en sus proyectos, regresa y el padre prepara una gran fiesta, tirando la casa por la ventana como nunca; el otro hermano, el que nunca se fue, el que se mantuvo al cuidado de sus padres y de su hacienda, no entendía que a él nunca se le hubiera premiado ni valorado de ese modo, y sin embargo, al que marchó se le recompensara de tal forma.
Una vez estuve en ese lugar, aposté por un cambio y una aventura, aprendí mucho y gané en experiencias que nunca olvidaré, y cuando volví no disfruté de la citada parábola, todo lo contrario, gracias a todavía no se qué perdí relaciones, gané enemigos y de aquellos barros vienen ahora estos lodos.
En estos días me siento un poco como ese hermano que se queda, que siempre está ahí y que ve como año tras año son otros los que se van y a los que se despide con cariño y agradeciendo su legado.
De momento yo también agradezco la parte correspondiente que he compartido de éxitos y de fracasos –más de estos últimos en esta temporada- porque siempre me dijeron que es de bien nacidos ser agradecidos, pero también me vienen a la mente las personas que teniendo la oportunidad de cambiar de aires prefirieron seguir a mi lado, sólo espero –creo que sí- que no se arrepientan de la decisión que en su día tomaron.
Sé que no siempre compartiste mi forma de ver este juego, que no siempre estuviste de acuerdo en las decisiones tomadas, que hubieras hecho cosas de otro modo, pero me quedo por encima de todo con todas las que hicimos conjuntamente –que fueron las más-, con las ideas que sumaron, con lo que me aportaste y contagiaste de tu espíritu y tu carácter ganador e inconformista. Espero que también hayas aprendido de mis errores y te lleves un poquito de ese sentimiento de la ULE, que tiene algo de especial.

Ya sabes que comprendo perfectamente tus razones, que tienes mi apoyo y tendrás mi ayuda si es que la necesitas, y que te seguiré queriendo, pero también sabrás eso de que el roce hace el cariño, y a partir de ahora sin duda tendremos mucho menos roce.
Mucha suerte, te la mereces.
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