Vamos al pediatra (o al Club de la Comedia)


Como ya sabréis mi peque cumplió hace poco los dos años, y, como es preceptivo, hubo que hacerle un reconocimiento médico.

Para los que no tengan niños de esa edad voy a detallar brevemente como es la zona infantil de un Centro de Salud. Las paredes están decoradas con fotos de niños y niñas de esos de los casting, aunque parecen más bien de épocas pasadas ya que no se ve ninguno tipo “Benetton”, es decir, que refleje la realidad sociocultural de nuestros días (espero que se me entienda).

Todos los carteles anuncian campañas de vacunaciones, recomendaciones varias para el cuidado de los más pequeños, y, por supuesto, no falta el de no utilizar el teléfono móvil (esto último debe de ser sólo para los usuarios, las enfermeras y médicos pueden usarlo siempre que quieran).

El mobiliario alterna las típicas bancadas para adultos con varios asientos, con mesas y sillas liliputienses en diversos colores, en las que por supuesto ningún niño para más de un segundo.
A la hora de la consulta hay que sumarle el IVA, es decir, si tienes cita para las 11, calcúlale un 18 o un 20% más tarde, cosa que además no puedes desgravar. 

Cuando llega tu hora (es un decir) la enfermera sale a la puerta y dice el nombre del paciente. Entras en la consulta y notas que te entran unos sudores repentinos, ¿será la menopausia? ¡Ah no!, es que tienen la calefacción a 30 grados y un aparato echando aire caliente como para derretir a Lucifer. Digo yo que está bien que haya calorcito, que normalmente desnudas al peque para la revisión, pero vamos, que en casa no les ponemos en el horno del pan para cambiarles el pañal.  
Una vez pasado el mal trago inicial, y, cuando ya te empiezas a sentir como en la sauna, debes contestar a un cuestionario de lo más peculiar: que si sabe el peque quién es mamá y quién es papá (¿alguien sabe con certeza esto último?), que si reconoce a la familia en las fotos (a veces a mi me cuesta un…), que si entiende dos órdenes consecutivas (lo de entender, puede ser, pero lo de obedecerlas ¿se ha dado el caso de que alguien lo haya hecho?), y otras preguntas que darían para un monólogo entero del Club de la Comedia.

Posteriormente empiezan a hacerle judiadas a tu hijo: que si el palo en la boca, que si estirarle las piernas, medirle la cabeza y demás rutinas. El momento estelar es cuando… –cómo explicaría yo esto- la doctora le tira del pene hacia atrás hasta que el grito lo oyen los abuelos desde Villaquilambre. ¡Ay qué daño! No puedo evitar cruzar las piernas sólo de pensarlo. Lo más triste es que cuando sea mayor le tendré que recordar que no le gustaba nada que le tocara una mujer en ciertas partes, claro que él me contestará que “hay formas y formas”, ¿verdad?  
Una vez superada la ITV y con fecha de próxima revisión cuando cumpla 4 años ¿? (durante ese tiempo mi coche ganará como el Barsa, Revisiones Coche 3 – Revisiones Iván 0), nos despedimos de esas amables y destempladas profesionales (con la temperatura que hace en la habitación llevan jersey y bata blanca encima ¡xD!), no sin que antes nos den un folio con las recomendaciones para estos próximos dos años. Las hay más o menos normales: que coma de todo un poco, que no lo haga entre horas (comer), que vaya sólo al baño (pero ¿no quedamos en que p… española nunca mea sola?), que pongamos los medicamentos lejos de su alcance, los cuchillos también y, os prometo que es cierto, que tengamos las armas de fuego bajo llave. 

Así que cuando llegué a casa escondí todos los mecheros (son las únicas armas de fuego que se usan en mi familia), guardé las drogas duras bajo llave (básicamente la Nocilla y el café que nos trajo tío Enrique de Brasil) y tras comprobar que Candy reconocía a mi familia en las fotos (menos mal que no hizo lo mismo ella sobre la suya), le pregunté si sabía quién era la mamá y quién el papá de Iván.

La respuesta no os la voy a decir, eso sí, desde hoy quito el butano y me paso a Gas Natural.

Ya os diré más.

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